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Demasiados collas y cincuentones

El gobierno boliviano acaba de estrenar nuevo gabinete justo al inicio de una nueva  década del Siglo XXI; ni duda cabe que la mayoría de los colaboradores del Presidente Evo Morales luce una hoja de vida relacionada con las luchas sociales y con ciertas experiencias profesionales. Sin embargo, la  vista de conjunto nos revela una pertenencia concentrada en una sola región del Estado Plurinacional y en una sola generación.
Resulta contradictorio que el gobierno anuncie una etapa favorable a los productores, después de cinco años  de señales negativas para las  inversiones privadas en la agroindustria, sobre todo la exportable, y no convoque a alguno de sus representantes.
¿Cómo dejar de lado a quienes experimentan las oportunidades del mercado y las crecientes dificultades por los cambios en el calendario agrícola? ¿Cómo no invitar, con las seguridades del respeto mutuo, a un cruceño  de los muchos que representan el rostro del país moderno, exportador, el que puede asegurar soberanía alimentaria a largo plazo?
En el área de hidrocarburos, mientras más dificultades se acumulan, menos respuestas  acordes con esas exigencias. Parecería que Tarija no es de interés oficial, salvo en su frontera sudeste, al punto que una alta autoridad declaró que la capital chapaca olía mal. La pelea para anular a un dirigente regional nubla el horizonte. Entre los tarijeños están profesionales de primer orden para el tema gasífero, además que debería ser su derecho porque en ese departamento están los pozos más ricos.
En el área cultural tenemos a una artista simpática, querendona  y empeñosa, pero sin formación en gestión cultural, la viga central del nuevo siglo, más aún en países pluris que quieren reforzar sus múltiples identidades. Organizar una peña callejera o el desfile de ponchos multicolores no es suficiente.
Se debería apelar a otro perfil  y otra vez aparece con fuerza el ejemplo de la sociedad civil cruceña resumido en el nombre de Marcelo Arauz, más premiado en el exterior que en su patria. Recordemos que el pilar más mimado de la Revolución Nacionalista de 1952 fue precisamente el quehacer cultural para  internalizar en los ciudadanos ese proceso de cambio profundo.
La ausencia mayor es la generacional, demasiados cincuentones envejecen al gabinete. No se convoca a jóvenes  urbanos que ostentan una formación multidisciplinaria, que estudiaron la evolución del pensamiento universal más allá de Gramsci y Bourdieu. Parte del éxito de la gestión edil de Juan del Granado en La Paz se explica por las propuestas de educación ciudadana, cultura de paz, recuperación del espacio público, parques como lugares de encuentro entre los segmentos sociales, etc., tareas encomendadas a veinteañeros. La incorporación de colectivos como “30 no son” 30 o “Creare” le dio una frescura y un compromiso que ahora hacen falta al proceso de cambio.
En un país donde la mayoría tendrá menos de 29 años, por lo menos hasta el Bicentenario del 2025, dejar a los jóvenes afuera es aceptar la vejez prematura del Estado plurinacional.